Qué hermoso regalo nos das en este día al celebrar a María Inmaculada, madre tuya y madre nuestra. Sentimos la felicidad de honrarla como la mujer obediente y sencilla. Al honrarla a Ella también te honramos a Ti. Ella nos guía en el camino a todos los que vamos a Ti.
Gracias, madre, por tu humildad y tu sencillez y tomamos tus mismas palabras: «Me regocijo de alegría en el Señor, mi alma se alegra en mi Dios». ¿Por qué esta alegría? Porque eres como el jardín del amor, donde Dios hace brotar la buena semilla. Porque eres la sierva del Señor y la imagen de lo que hemos de llegar a ser. Eres la primera y la única que fuiste preservada del pecado.
Nuestra debilidad humana nos lleva a caer en el mal. Ayúdanos, madre, para tener valor y no dejarnos caer como Eva en el paraíso. Protégenos con tu manto y llévanos en tu santo regazo, cuando las tentaciones nos quieran hacer caer. Intercede por nosotros para que el Padre celestial acepte nuestro “Sí” y podamos llevar la vida y la esperanza a nuestros hermanos y nos ayude a crecer día a día en tu justicia y amor. Gracias, madre, por enseñarnos el camino que nos conduce a tu Hijo.
A Ti, Señor, te damos gracias por el amor, la humildad, la ternura y la sencillez en tu madre santísima, porque estas cualidades de Ella nos ayudan a cumplir tu voluntad. Llénanos también de gracia y ayúdanos a comprender plenamente las palabras del ángel a nuestra madre: «para Dios nada hay imposible».
Un muy feliz, santísimo y Mariano inicio de semana y que nuestro lunes sea de merecedor descanso. Abrazos y bendiciones abundantes.
PALABRA DEL PAPA
"Para Dios nada hay imposible..." (Lc 1, 37). Sólo con la omnipotencia que ama, sólo con la inescrutable potencia del amor de Dios se puede explicar el hecho de que la Virgen —hija de padres humanos y de generaciones humanas— se convierta en la Madre de Dios. Y, sin embargo, este hecho era incomprensible para Ella misma: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?" (Lc 1, 34). Pero ¡"para Dios nada hay imposible"! Puesto que la omnipotencia del Eterno Padre y la infinita potencia de amor que actúa con la fuerza del Espíritu Santo hacen que el Hijo de Dios se convierta en hombre en el seno de la Virgen de Nazaret, entonces la misma potencia en previsión de los méritos del Redentor, preserva a su Madre de la herencia del pecado original. "¡Para Dios nada hay, imposible”! Escuchando la Palabra de Dios vivo, la cual nos habla desde lo profundo del primer adviento, salgamos al encuentro de todo lo que el tiempo del hombre y del mundo nos puede traer. Caminemos, unidos, a la Mujer por excelencia, María. (Juan Pablo II, Homilía del 8 de diciembre de 1981)
ORACIÓN
Madre María, me acojo a tu gloriosa intercesión, lleva mis súplicas ante tu Hijo Jesús que se goza en escuchar tu deliciosa y constante oración por nosotros. Te pido también que sigas siendo para mí el modelo hecho según el designio de mi Padre celestial.
Oración a la Inmaculada Concepción
¡Oh, Madre Inmaculada, Virgen Santa y Bendita, Madre de Dios y Madre nuestra! Nos postramos ante Ti, maravillados por el don singular que el Padre te concedió: ser concebida sin la mancha del pecado original. Eres la plenitud de gracia y el reflejo perfecto de la santidad divina.
Madre Inmaculada, Tú que fuiste elegida desde la eternidad para ser el tabernáculo viviente de Cristo, te rogamos que nos asistas en nuestra lucha diaria contra el pecado. Intercede por nosotros para que, a pesar de nuestras caídas, podamos siempre levantarnos con contrición y buscar la pureza de corazón.
Bajo tu manto inmaculado nos refugiamos. Consagramos a Ti nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras obras. Que todo lo que hagamos sea para honrar a Dios y para imitar tu humildad, obediencia y amor incondicional.
Madre de la Inmaculada Concepción, ayúdanos a vivir de tal manera que, al final de nuestros días, podamos gozar de la visión de Dios, libres de toda culpa. Que tu pureza nos inspire y tu ejemplo nos guíe hacia la santidad. Amén.
Reflexión del Evangelio escrita por Paola Treviño, consagrada del Regnum Christi.
Hoy celebramos el día de la Inmaculada Concepción, ese gran dogma de fe. Creemos que la Santísima Virgen tiene un corazón inmaculado, que no lo ha manchado pecado alguno. Pidámosle a María Santísima nos conceda la gracia de cultivar un corazón igual que el suyo, limpio de toda mancha, lleno de amor, de misericordia, de perdón, de servicio, de atención al otro. Un corazón humilde y sencillo que se sabe indigno, pequeño, que a la vez se siente grande por saberse amado por Dios; un corazón que responde con prontitud a todo con ese ‘hágase en mí’.
Hágase en mí como tú quieras. Ese corazón puro y limpio que logra ver las necesidades del otro y actúa para responder a ellas; ese corazón humilde que reconoce la mano de Dios en todo y todos y le hace vivir en la verdad de saberse criatura amada.
Hoy, especialmente, aprendemos una virtud hermosa de María: el don de la aceptación del plan de Dios, aceptación libre: ‘Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad’. ‘Hágase’, de esta aceptación amorosa brota la fecundidad y la alegría.
Fíjense, el ángel saluda a María diciéndole: ‘Alégrate’. La alegría nace de la presencia de Dios en el alma y de la aceptación de su plan. La alegría debe ser característica de todo bautizado. Alegría de ser lo que soy.
Ser fieles y perseverantes a los designios de Dios y fecundos al plan de Dios. Ahí está el secreto de la Virgen María, ‘hágase’ fiel y perseverante. Hoy pidámosle a María nos dé la gracia de aceptar los planes de Dios, de decir sí como ella lo hizo y así vivir plenamente alegres y felices.
Ese corazón fiel que le hizo decir: ‘hágase en mí’; ese corazón fiel que nos hace decir como la Virgen: ‘hágase en mí’, sin condiciones; decir hoy; “hágase en mí", fieles, así como la Virgen fue fiel desde la cueva de Belén hasta los pies de la cruz.
Pregunta:
¿Reconozco las gracias que Dios ha puesto en mi vida desde antes de que yo comprendiera su plan?
Cita bíblica del día.
"Yo estoy contigo para librarte" (Jeremías 1,8)
