Alegre amanecer y radiante día en nuestros corazones, que Tú nos regalas en esta mañana que iniciamos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Gracias por tu palabra que es nuestra guía y la luz que ilumina nuestro diario vivir.
Frente al derroche de misericordia de Dios, Jonás se manifiesta contrariado. El “sabe” que Dios es compasivo y misericordioso; sin embargo, interiormente, su corazón no está aún convertido. Ante un Jonás encerrado en su cólera la anécdota del ricino permite a Dios iniciar una conversación con él, que busca hacerle recapacitar, reflexionar: si la muerte del ricino que le daba sombra llena de tristeza a Jonás, ¿Cómo no va a llenar de tristeza a Dios la muerte de “más de ciento veinte mil hombres”? Jonás no responde. En realidad, la pregunta va dirigida a cada uno de nosotros como una invitación a tomar conciencia de la misericordia de Dios, que cuestiona nuestra vivencia de fe cuando la dureza del corazón nos lleva al rechazo del otro y nos impide perdonar.
Tú, Señor, siempre nos invitas al perdón y a la misericordia; nos invitas a entrar en esta relación filial acogiendo el amor del Padre celestial que nos crea y nos hace hijos y, gracias a ese amor, vivir la confianza que nos permite desplegar nuestras alas. Pero para poder vivir en este dinamismo de hijos necesitamos que nos alimentes pidiendo humildemente lo de cada día; necesitamos acoger tu perdón, porque sólo desde él podremos ser capaces de vivir la vida con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Necesitamos, por último, que Tú y el Padre se hagan fuertes en nuestras debilidades y nos sostengan.
Señor, enséñanos a orar y a confiar en Ti con humildad y sencillez. Haz que, al meditar la oración tan hermosa que tú nos regalaste en el Padre Nuestro, ella nos ayude a que nuestros sentimientos sean de corazón agradecido al Padre celestial y ante todo de cumplimiento de la voluntad de Él y la tuya. Permítenos, Señor, meditar las siete peticiones del Padre Nuestro para que demos sentido de amor y de servicio a lo que tú nos llamas. A ti te alabamos, te bendecimos, te glorificamos y te damos gracias. Amén.
Les pido paciencia por las reflexiones, que algunas veces son muy largas, pero son muy valiosas. Un muy buen y santificado miércoles. Bendiciones y abrazos abundantes.
ORACIÓN
Señor, enséñame a orar con la sencillez de un hijo que se sabe amado, como lo hiciste con tus discípulos. Dame la gracia de que mis palabras no sean repetición vacía, sino un encuentro vivo contigo, donde mi alma halle paz, descanso y claridad. Que nunca falte en mí la confianza de pedir lo necesario para vivir con dignidad y la certeza de que Tú provees con amor de Padre. Amén.
PALABRAS DEL PAPA
El Evangelio (…) nos presenta a Jesús recogido en oración, un poco apartado de sus discípulos. Cuando concluyó, uno de ellos le dijo: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Jesús no puso objeciones, ni habló de fórmulas extrañas o esotéricas, sino que, con mucha sencillez, dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre...”», y enseñó el Padre Nuestro (cf. Lc 11, 2-4), sacándolo de su propia oración, con la que se dirigía a Dios, su Padre. (…) Estamos ante las primeras palabras de la Sagrada Escritura que aprendemos desde niños. Se imprimen en la memoria, plasman nuestra vida, nos acompañan hasta el último aliento. Desvelan que «no somos plenamente hijos de Dios, sino que hemos de llegar a serlo más y más mediante nuestra comunión cada vez más profunda con Cristo. Esta oración recoge y expresa también las necesidades humanas materiales y espirituales: «Danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados» (Lc 11, 3-4). Y precisamente a causa de las necesidades y de las dificultades de cada día, Jesús exhorta con fuerza: «Yo os digo: pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Lc 11, 9-10). No se trata de pedir para satisfacer los propios deseos, sino más bien para mantener despierta la amistad con Dios, quien —sigue diciendo el Evangelio— «dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan» (Lc 11, 13). (…) Cada vez que rezamos el Padre Nuestro, nuestra voz se entrelaza con la de la Iglesia, porque quien ora jamás está solo. (Benedicto XVI – Ángelus, 25 de julio de 2010)
Cf. Reflexión del Evangelio escrita por: Paola Treviño, consagrada del Regnum Christi
Hoy la reflexión es un poco larga, ya que vamos a meditar, a contemplar, la oración por excelencia, la oración que el mismo Jesucristo nos dejó y que, muy probablemente, rezamos casi todos los días, pero, quizás, pocas veces nos detenemos a desgranar sus palabras. Y quizás les lance una pregunta: ¿cuántas peticiones tiene el padrenuestro?
Les digo la respuesta: siete peticiones. Vamos a desgranar un poco esta gran oración.
Y les invito a que lo hagamos como los apóstoles: ‘Maestro, enséñanos a orar’. Muchas veces vamos buscando muchas formas de oración, diferentes métodos, buscando libros, incluso escuchando diferentes podcasts, audios. Pero [todo iría mejor] si oráramos con el padrenuestro, la oración que el mismo Cristo nos dejó, la oración más completa y más bella.
Padre nuestro. Nadie es huérfano. Tenemos un Padre que vela por todos y cada uno de sus hijos. Cuánta seguridad, cuánta esperanza nos debe de dar el simple hecho de elevar los ojos al cielo y decir: Padre nuestro.
Santificado sea tu nombre. Dios está en todas partes. Depende de cada uno de nosotros el reconocerle y reconocer su santidad. Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino. ¿Qué reino le pido? Un reino de amor, de justicia, de paz, de amistad, de misericordia. Y eso es lo que decimos. ¿Quién es este reino? El mismísimo Cristo, Maranathá, ¡Ven, Señor Jesús! Si queremos que Cristo entre en nuestro reino, tenemos que hacer una limpieza profunda de nuestro corazón, como nos invita san Pablo: no dejes que el pecado entre en tu vida. Porque queremos que el reino de Cristo, ese reino de amor, de paz, de justicia entre en mi reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: obediencia. Hay que obedecer lo que Cristo nos pida, lo que el Señor nos pida. Aquí obviamente [cuentan] los diez mandamientos [y] los sacramentos, pero que nunca estemos satisfechos [solo con ellos], [porque] siempre podemos dar un poquito más, siempre podemos corresponder un poquito mejor. Y es difícil, es difícil obedecer, porque a veces vamos por el mundo quejándonos de todo y de todos; siempre queremos más de esto, menos de aquello. Pero si consiguiéramos no refunfuñar tanto, esa debe ser la actitud cotidiana, lo que el Señor quiera, como Él lo quiera, como Él lo disponga, obedecer y hacerlo con una sonrisa.
Danos hoy nuestro pan de cada día. Lo que necesito hoy para ser feliz, mañana será otro día; ayer ya pasó, mañana no sé si lo voy a tener, pero darme hoy lo que necesito para ser feliz. Dame hoy lo que necesito para responderte con amor. Dame hoy lo que necesito para ganarme el cielo. Danos hoy lo que necesitamos para enfrentar el día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. A veces perdonamos, pero no olvidamos. Nos vamos arrastrando, vamos arrastrando el rencor, el sentimiento: ‘él me dijo’, ‘ella me dijo’, ‘él me miró’, ‘él no me miró’, ‘me llamó’, ‘no me llamó’. Al olvidar y no perdonar etiquetamos a las personas, no les damos la oportunidad de cambiar y seguimos persiguiendo sus defectos o sus faltas. Perdonar es volver a confiar en esa persona.
No nos dejes caer en tentación. Tentaciones hay por todos lados, no las tenemos que ir a buscar. No nos dejes caer en tentación, no caer es un deseo del corazón. Todos los días tenemos que hacer una opción, una decisión y eso es, amar más. Al toparte con una situación difícil y tengas que elegir, siempre la clave es elegir lo que requiera más amor.
Y líbranos del mal: Caminar siempre conforme a lo que hemos sido llamados; el bautismo siempre nos invita a ir a más, amar más y amar mejor. Comportarnos a la altura de quien somos, hijos de Dios y de quien representamos, representamos a Dios, a la Iglesia.
Nunca caminar por sendas obscuras, caminar más bien, por el camino de la verdad, del amor, de la justicia, de la paz, recordando que Cristo es el camino, la verdad y la vida. Hoy te invito a rezar un padrenuestro pausadamente.
Pregunta:
¿Reconozco que necesito aprender a orar cada día como discípulo de Jesús?
Cita bíblica del día.
"Orad sin cesar. En todo dad gracias, porque esto es lo que Dios quiere de vosotros en Cristo Jesús" (1 Tesalonicenses 5,17-18).
